En la sociedad digital actual, gran parte de nuestra vida queda registrada en internet: noticias, publicaciones en redes sociales, registros oficiales, fotografías o simples menciones en foros. Lo que antes era información pasajera hoy puede permanecer en línea durante décadas, fácilmente accesible gracias a los motores de búsqueda como Google, Bing o Yahoo!.

Este fenómeno plantea una tensión entre el derecho de las personas a controlar sus datos personales y el interés público en acceder a información. De allí surge el denominado derecho al olvido, reconocido en la normativa europea de protección de datos y que cada vez genera más debate en América Latina.

¿Qué es el derecho al olvido?

El derecho al olvido es una manifestación del derecho de supresión recogido en el Reglamento General de Protección de Datos (RGPD) de la Unión Europea. Permite a los ciudadanos solicitar que se eliminen sus datos personales cuando:

– Ya no son necesarios para los fines que motivaron su recolección.

– Se ha retirado el consentimiento otorgado.

– Se ejerce el derecho de oposición al tratamiento.

– El tratamiento es ilícito o vulnera la normativa vigente.

– Los datos pertenecen a menores de edad en el marco de servicios de la sociedad de la información.

Este derecho, sin embargo, no es absoluto. Encuentra límites frente a otros valores, como la libertad de expresión, el cumplimiento de obligaciones legales, la investigación científica o la necesidad de garantizar intereses públicos relevantes.

El Caso Google Spain:

En 2010 el ciudadano español Mario Costeja descubrió que, al buscar su nombre en Google, aparecían enlaces a una subasta por deudas con la seguridad social publicada en 1998. Aunque la situación estaba resuelta, la información seguía apareciendo como si fuese actual, afectando su reputación.

Costeja pidió al periódico eliminar la nota y a Google suprimir los enlaces. La Agencia Española de Protección de Datos rechazó la solicitud contra el periódico (pues la publicación original era legal), pero ordenó a Google eliminar los resultados. La compañía recurrió ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE), alegando que no era responsable del contenido de terceros.

En 2014 el TJUE dictó una sentencia histórica: los motores de búsqueda son responsables del tratamiento de datos personales porque determinan los fines y medios de indexación de información. Por tanto, deben atender solicitudes de supresión cuando los datos sean inadecuados, irrelevantes o excesivos.

Este fallo convirtió al derecho al olvido en una garantía autónoma dentro del marco europeo y abrió la puerta a que cualquier persona pueda ejercerlo directamente frente al buscador, aunque la fuente original siga publicada.

 ¿Cómo funciona en la práctica?

En la práctica los motores de búsqueda han habilitado formularios en línea para que los usuarios soliciten la eliminación de enlaces. Google, por ejemplo, recibe miles de peticiones al año, que evalúa caso por caso.

El análisis incluye valorar si la información es:
– Precisa y actualizada.
– Relevante para el interés público.
– Pertinente para la vida profesional o personal del solicitante.

Si se cumplen los requisitos, el buscador elimina el enlace de sus resultados aunque la página original continúe disponible. Esto significa que el derecho no borra la información de internet, sino que reduce su visibilidad.

Alcances y limitaciones

El derecho al olvido ha supuesto un avance importante para la protección de datos en línea. Sin embargo, enfrenta varias limitaciones:

– Carácter reactivo: solo puede ejercerse cuando el daño ya ocurrió, es decir, después de que la información ha sido difundida.

– Indexación múltiple: aunque un enlace sea eliminado, la misma información puede aparecer con otras palabras clave o en sitios web que duplican contenidos.

– Falta de control preventivo: los buscadores no filtran la información de manera previa; únicamente actúan cuando reciben solicitudes.

– Choque con la libertad de expresión: en algunos casos, retirar enlaces puede generar tensiones con el derecho a informar y el acceso a la información.

Por ello, más que una solución definitiva, este derecho es visto como un remedio paliativo. Protege parcialmente la privacidad, pero no garantiza la desaparición total de los datos.

 Perspectivas a futuro

El reto ahora es lograr que la protección de datos evolucione hacia mecanismos más proactivos y no únicamente correctivos. Con el avance de la inteligencia artificial y la capacidad de procesar información masiva, surge la posibilidad de crear sistemas que permitan prevenir la difusión indebida de datos personales, antes de que generen un daño irreversible.

El tiempo dirá si los tribunales y legisladores logran adaptar las normas para equilibrar de mejor manera el derecho a la privacidad con el acceso a la información en una era digital cada vez más compleja.